Dicen los expertos que la originalidad no existe, que todos los mundos que existen o pueden existir se encuentran, se encontraron y se encontrarán en éste. Como perfectos exploradores inmortales del tiempo -me gusta verlos así- dicen que ante este panorama la humanidad está perdida, que no tiene nada que hacer ante el fin de las historias -eso dicen-. De modo que atendiendo a su diagnóstico, si escudriñáramos de manera omnipotente toda la historia, si pudiéramos zambullir nuestra cabeza en ella: podríamos escuchar los ecos del desgarrador grito de Munch en otras épocas, llegar a ver a la esbelta Dafne echando raíces en otro lugar, e incluso ver a Ulises navegar hacia otro hogar, pasando otro calvario lejos de Ítaca. Dichos expertos, afirman que el conocimiento de la cultura a través de la lectura salvará al hombre de esta sentencia vital -la que ellos mismos dictan- condenada a repetirse y que ello, salvará también a la cultura misma.
Y bien, la verdad es que ante tanta certeza y tanto pronóstico infalible a uno le dan ganas de todo menos de crear y menos de escribir porque ¿para qué hacerlo si ya está todo escrito, si ya está todo dicho y no queda nada más que contar o crear?
Reniego de los expertos, de los apocalípticos anclados en la conservación del canon sagrado de las academias, de los estilismos, de las élites, de lo estático, de lo establecido, de lo absoluto... Vaya ¿no te recuerda a Shakespeare? - Menuda novedad !Es el mismo recurso de Marcel Proust en "En busca del tiempo perdido"! - ¿No ves que está reflejando el psicoanálisis de Freud de un modo expresionista? - Mira sus protestas, no es más de lo que se pedía en el siglo XVIII ... lo siento, no puedo aceptar esa realidad inamovible y estanca. Si todo ya está escrito y la originalidad no existe ¿para qué el arte?¿para qué la literatura?¿para qué el cine?¿para qué leer?¿para qué pensar?¿para qué sufrir?¿para qué el amar?¿para qué la vida?¿para qué sentir?¿para qué soñar?¿para qué contar?... ¿para qué? me pregunto. Nada se habría escrito si se pensara que no hacía falta hacerlo porque alguien ya lo había expresado antes. Lo mismo sucede con todo. Ni necesariamente tiene que haber una explicación o un significado, ni tampoco una utilidad o un sentido para tener valor e importancia. Así es la pulsión creativa que brilla en cada uno de sus vértices, por más que algunos intenten apagarla y acotar sus límites. Tan solo hay que tener ganas de hacerlo, sentir la necesidad de hacerlo y creer que se puede hacerlo... porque el auténtico valor del arte, de las historias, de las emociones -y de todo lo que merece la pena en sí- reside en la unicidad: en que por mucho que se parezcan unas a otras nunca podrán ser idénticas del todo; y esa suerte de milagro, alcanzada por pura ignorancia o por pura fe, es la que las hace irremplazables y la que nos impulsa a seguir avanzando, seguir soñando y seguir creando a pesar de todo.
Te adoro bebé, en serio.
ResponderEliminarA todo lo que olvidé, a todo lo que perdí...